segunda-feira, 26 de janeiro de 2009

Ayudar a bien morir


El Parlamento de Francia acaba de terminar un informe de su comisión de estudios en la que recomienda mejorar las medidas de acompañamiento al enfermo terminal. En lugar de admitir la eutanasia o el suicido asistido, la solución para ayudar a bien morir a los enfermos terminales reside, en efecto, en extremar y mejorar los cualidades paliativos para estos enfermos.


Este informe del Parlamento francés, del que da cuenta uno de los últimos números de Aceprensa, se produce tras el caso Sebiré, un caso que conmocionó a la sociedad francesa. Si recuerdan los lectores, a principios del año pasado una enferma con un cáncer que le deformaba el rostro solicitó la eutanasia y, ante la negativa de las autoridades, optó por suicidarse. Pues bien, tras este lamentable episodio, el Parlamento de Francia decidió crear una comisión de estudio para analizar la aplicación de una ley de 2005 sobre el fin de la vida, ley que reconoce el derecho del paciente a no aceptar tratamientos considerados inútiles, que regula el testamento vital, admite el tratamiento del dolor bajo riesgo de acortar la vida y que, finalmente, obliga a todos los hospitales a tener camas disponibles para enfermos terminales. Esta ley no contempla ni la eutanasia ni el suicidio asistido puesto que diseña soluciones humanas para estos enfermos terminales. La eutanasia o el suicidio asistido, al contrario que las medidas contempladas en la ley de 2005, buscan la muerte del paciente, sea por acción sea por omisión. Las medidas de la ley de 2005 buscan aliviar el dolor del enfermo terminal, que es algo sustancialmente distinto.


Pues bien, la comisión, que estaba formada por cuatro parlamentarios de distintos partidos concluye que no existe un derecho a morir exigible ante la sociedad que justifique el suicidio asistido (proporcionando un producto letal) o la eutanasia (gesto activo para matar a petición del paciente). La eutanasia y el suicidio asistido no pertenecen a la especie de cuidados paliativos. Más bien están, dice la comisión parlamentaria, en otro contexto en el que se mina la relación especial de confianza entre el médico y el enfermo. Es mejor, mucho más humano, y también más lógico, facilitar una buena muerte paliando hasta donde sea posible el dolor del enfermo terminal en lugar de matarlo. Como dice la comisión, en lugar de admitir un derecho a morir, es mejor dar a conocer a pacientes y médicos las posibilidades de la ley de 2005, sorprendentemente desconocidas para una parte importante de franceses.


La comisión parlamentaria, como nos cuenta Aceprensa, propuso concretar en el código de deontología médica el modo de aplicar una sedación terminal cuando se han abandonado los tratamientos activos y el enfermo está inconsciente permitiendo así evitar agonías dolorosas. Claro está, esta sedación exige que el enfermo esté inconsciente y se hayan abandonado los tratamientos activos. En otro caso, tal práctica puede ser un caso de eutanasia. Con el fin de informar adecuadamente a las familias en estos casos tan delicados, la comisión parlamentaria también ha juzgado conveniente que en cada departamento médico haya un facultativo de referencia en cuidados paliativos que pueda mediar entre familias y médicos con el fin de buscar la mejor solución dentro de la ley.


Finalmente, la comisión parlamentaria reclama que se establezca un permiso laboral retribuido para el acompañamiento, a domicilio, de un familiar del enfermo terminal. Se plantea también la creación de un observatorio de prácticas médicas del fin de la vida con el objeto de conocer mejor las condiciones reales en que mueren los enfermos y se recomienda reforzar la formación de los médicos de cuidados paliativos.


Los diputados franceses que han formado la comisión de evaluación de la ley de 2005 entienden, pues, que la clave está en paliar el dolor, en ayudar a bien morir, en acompañar humanamente al enfermo terminal. Seguramente, entre las causas por las que algunos enfermos piden el suicidio asistido o la eutanasia se encuentra el desconocimiento de estas prácticas médicas y, sobre todo, la ausencia de personas de la familia que puedan acompañarles durante la enfermedad. La solución, como es lógico y razonable, está en la medicina que cura, que alivia el dolor, que ayuda a humanizar los últimos momentos de la vida.


Jaime Rodríguez Arana, Catedrático de Derecho Administrativo

Opinião daqui.

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